¿QUÉ HACEMOS CON LA GENTE NEGATIVA?

 

Quejicasproblem

 

¿Hay algún quejica crónico en tu trabajo? Seguro que si. Parece como si todos los lugares de trabajo tuviesen uno: gente a la que el tiempo siempre le parece demasiado caluroso o demasiado frío, que piensa que el jefe es un imbécil, la comida es asquerosa, el trabajo da asco… No importa lo bien que vayan las cosas, ellos siempre ven solamente lo malo, e insisten muchísimo en demostrárselo a todo los que les rodean.

No estoy diciendo que haya que prohibir las quejas; es posible hacer una crítica constructiva. Pero hay que hacer algo con esos quejicas crónicos y destructivos, porque tienden a hacer infelices a los demás también. La gente negativa es muy contagiosa y un quejoso crónico fácilmente puede acabar con un departamento entero.

Hay varias estrategias que se suelen utilizan con los quejosos, pero ninguna funciona realmente.

1. No funciona intentar animarles: “Vamos, no puede ser tan malo”, “Venga, hombre, alégrate” o “El tiempo lo cura todo”. Esto demuestra al lamentoso que no te tomas su dolor en serio. Cuando minusvaloras el dolor de un quejoso, empezará a quejarse todavía más para convencerte de que sus problemas son realmente muy serios.

2. No funciona sugerirle soluciones: “¿Por qué no haces…”, “¿Has intentado…” o “Deberías…” Los problemas del quejica son realmente serios y no pueden resolverse con los consejos de un sabelotodo como tu (o eso es de lo que están convencidos). Cuanto más les aconsejas, más se esforzarán ellos en convencerte a ti y a sí mismos de que esas soluciones no funcionarán con ellos.

3. No funciona decirles que recobren la compostura: “Deja de quejarte y haz algo”, o una de mis favoritas: “O te quedas con el problema o te quedas con la solución”. Eso es como decirles que sus problemas son triviales y que lo único que necesitan es reponerse: no es una buena idea.

4. No funciona quejarse de los quejosos: “Maldita sea, esta Teresa no hace más que quejarse, ¿no es cierto?” ¿Sabes una cosa? Acabas de convertirte en un quejica.

5. No funciona ignorarles/evitarles: Eso hace que los quejicas clamen por más atención, lo cual normalmente hace que la gente les ignore todavía más, creándose un círculo vicioso.

6. No funciona sumarse a sus quejas: “¿Sabes qué? Tienes razón: el jefe es un imbécil. Y el tiempo es un asco. De hecho, todo es un asco.” Esto puede hacerte sentir a gusto porque se crea un lazo y una especie de sentimiento de “nosotros contra el mundo”. Sin embargo, al final es una mala idea porque cuanta más gente se queje, menos dispuestos estarán a afrontar sus problemas.

Recuerdo que en uno de mis primeros empleos mi jefe era un completo imbécil. Mis compañeros y yo no podíamos empezar una reunión, irnos a tomar una cerveza o sencillamente reunirnos en el pasillo sin antes pasar 15-20 minutos quejándonos sobre él y sus tonterías. Pero todas esas horas hombre malgastadas quejándonos no cambiaron nada y ninguno de nosotros hizo nada por cambiarlo. Sencillamente fuimos abandonando la empresa, uno por uno.

¿Entonces qué es lo que funciona? ¿Cómo podemos detener las quejas constantes de estos gruñones  crónicos?

He aquí un truco sencillo pero muy efectivo: Una amiga dentista me contó que un paciente suyo gruñía y gruñía cada vez que venía a su cita. Se pasaba la mayor parte de la consulta quejándose del tiempo, de sus hijos, su coche, los impuestos, la sociedad y cualquier otro asunto que se terciara.

Ahora quizás pienses “Bueno, como es dentista, que le llene la boca con gasa y algodón a ver si se queja!” pero mi amiga es una persona alegre por naturaleza y en lugar de eso intentaba darle ánimos. No funcionaba, solamente le hacía quejarse todavía más.

Así que le enseñé este sencillo truco y en la siguiente ocasión en que vino a la consulta ella estaba lista para aplicarlo. El señor Gruñón se sentó en el sillón y, como siempre, empezó a quejarse inmediatamente. Tras escuchar su habitual letanía durante un rato, mi amiga dentista le dijo, con un tono de profunda simpatía, “¿Sabe qué? Todo eso me parece terrible. No sé cómo se las apaña con todos esos problemas”. ¿Adivinas qué dijo él? “¡Bueeeeeeno, tampoco es TAN malo!”

Esta actitud funciona porque le da al lamentoso lo que realmente busca: empatía. Ni ánimos, ni consejos, ni bromas. Sencillamente comprensión humana ante, lo que para ellos es una situación difícil.

Hay que señalar aquí dos cosas importantes. Primero: no seas sarcástico al decirlo. Sé sincero. Segundo: no tienes por qué estar de acuerdo con que se trata de problemas enormes. Incluso si todo lo que dice el lamentoso te parece trivial, recuerda que a él le parece un gran problema o de lo contrario no insistiría en ello. Lo que a una persona le parece trivial puede ser un enorme problema para otra.

Así pues, no tienes que decir “Sí, yo también creo que es un gran problema”, y ciertamente tampoco tienes que decir “Oh, pobrecito mío” en tono sarcástico. Solo tienes que aceptar el hecho de que es un gran problema para esa persona.

¿Desaparecen de esta manera las lamentaciones? A veces. Pero por lo menos evita que entres a formar parte del círculo vicioso de reacciones que solo consiguen que los lamentosos se quejen más y más. El círculo se rompe desde el momento en que te tomas en serio su aflicción.